Como hacer una tarta de calabaza SIN GLUTEN, y por qué debemos conocer más sobre lo que consumimos (14:23 27/10/2016)

Es época de disfraces, de sangre, de cerebros explotados y de calabazas. Solo con las últimas se puede hacer uno de los postres que más me gustan en el mundo, la tarta de calabaza o ‘pumkin pie’. Lo digo en inglés porque la receta original, o al menos la que me es familiar a mí, es la que proviene de los Estados Unidos. Esta tarta me gusta tanto, que una de las primeras cosas que hice cuando viajé a Carolina del Norte hace 4 años fue comprar una lata de ‘pumkin pie filling’ y comérmela a cucharadas (no sin antes rajarme el pulgar casi hasta el tendón por la prisa de abrir la lata con la mano).

Me apasiona cocinar. Lo compararía con el deporte, pero van en categorías distintas. Cocinar me trae paz interna, me nutre y me calma, y además me encanta estar rodeado de cuchillos afilados jaja. Comencé a interesarme por la cocina tras decidir que necesitaba aprender a cómo estar bien nutrido, y desde hace años que experimento 3-4 horas/día en la cocina, unas veces con más y otras con menos acierto. El caso es que había un par de calabazas gigantes en mi casa y, en vez de hacer una tarta y gozarla solo en familia, he pensado que podría convertirlo en un post en el cual no solo os enseño a como hacerla, sino que retomo un poco la fotografía y aprovecho para ir tratando el tema de tener criterio (ecológico) a la hora de elegir los ingredientes. Es la primera vez que me aventuro a contar una receta de este modo, así que piedad, y críticas constructivas que así puedo mejorar para la siguiente ;).

INGREDIENTES (para el ¿cuerpo?)

  • 500 gramos de calabaza sin piel ni pepitas
  • 3 huevos
  • 100 gramos de azúcar (mejor integral o panela)
  • 30 gramos de harina de maíz (fina tipo Maizena)
  • 2 cucharaditas de canela molida
  • 1/2 cucharadita de jengibre molido
  • 1/4 cucharadita de nuez moscada molida
  • 1/4 cucharadita de clavo
  • 1/8 cucharadita de pimienta
  • 240 gramos de crema de coco (o 100gr leche condensada + 100gr leche evaporada)
  • 60ml leche (de vaca, soja, coco, cigüeña o lo que tu quieras)
  • 1 pellizco de sal (muy importante!)

INGREDIENTES (para la base)

  • 400 gramos de galletas sin gluten
  • 140 gramos de mantequilla/margarina (aprox.)

ELABORACIÓN

Yo a la hora de cocinar no le hago mucho caso a las cantidades. No es que vaya a echar 10 cucharadas de pimienta si pone 1/8 de cucharadita, sino que me oriento mucho por la consistencia de la combinación de ingredientes. Por eso aviso desde ya que no os obsesionéis con la precisión, porque vais a tener que ajustar seguro. Ya lo iremos viendo. Lo primero la calabaza!

La calabaza mola. Es alta en fibra, beta-carotenos y antioxidantes. Además es naraja y la puedes vaciar y convertir en lampara. Aquí dejo unas tablas con información nutricional de la calabaza, por si mi descripción no es suficientemente rigurosa…

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(Fuente: http://www.natursan.net/calabaza-propiedades-y-beneficios/)

Chic@s, no es lo mismo comprar una calabaza cortada y envasada al vacío, que una entera. Igual que también hay diferencia entre comprar una calabaza que venga de la huerta del vecino, a una que venga de Francia, o de Indochina. Igual todas saben igual – la de Indochina lo dudo, pero el impacto medioambiental de cada una (y el precio) van a variar (curiosamente de forma inversamente proporcional). Buscamos producción local antes que importación porque le ahorramos al medio todo el combustible implicado en transportar la calabaza. Buscamos calabaza entera antes que envasada porque le ahorramos al medio el combustible necesario para procesarla, el plástico que la envuelve, y a nosotros los conservantes que se le añade al producto. Y buscamos de producción ecológica antes que industrial porque le ahorramos al medio mucho estrés por las prácticas agrícolas involucradas y por la cantidad de pesticidas, herbicidas y fertilizantes sintéticos que se emplean, y nos ahorramos el daño que las trazas de esos químicos sintéticos que van en el producto nos hacen a nosotros al consumirlo. Estos daños son a largo plazo por cierto, por eso no parece que pase nada si te tomas una manzana de producción industrial.

Si analizáis las calabazas de este modo, es probable que observéis como la de producción ecológica y local es más cara que la industrial envasada que ha viajado medio mundo para llegar al super. Misterios de la vida (y subvenciones al imperio del petróleo). Pero tened en cuenta que, al comprar la local eco, estáis pagando por un valor añadido, que es el de dar empleo a tus vecinos y el de promover el respeto por nuestro entorno natural.

Bueno, pues la calabaza eco local (1) la cortamos en rodajas y luego la pelamos. Es más fácil hacerlo de este modo, si no pelarla es imposible. Una vez pelada y troceada, hay que pesar los 500 gramos y hervirla en abundante agua (no pasarse tampoco). Yo la he hervido durante 20 minutos, pero el tiempo variará en función de lo madura que esté la calabaza y del grosor de los trozos. Luego a escurrir, reservamos la calabaza y regamos las plantas con el agua sobrante.

A continuación, (2) mezclamos en un bol la calabaza, los huevos y el azúcar, y mezclamos bien.

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¡Inciso breve sobre los huevos!! Los huevos tienen un código. Es muy largo, pero solo nos interesa el primer dígito del código. Éste puede ser 0, 1, 2 o 3. Es muy importante fijarnos siempre en este primer dígito porque nos va a indicar cómo han sido criadas las gallinas que han puesto los huevos. Y nos fijamos en ellos porque, obviamente, nos importa cómo tratan a otros seres vivos, sean humanos o no, y queremos demostrarlo (aunque no siempre tengamos claro cómo). Esta tabla resume bien esto:

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Los mejores huevos (desde un punto de vista nutricional y ético) son los del ‘cero’. Por desgracia, son también los más caros, pero recordad que estamos pagando por un valor añadido, que puede que no se vea, pero que está ahí :).

Sigamos! Ahora (3) añadimos TODAS las especias (canela, jengibre, nuez moscada, clavo, pimienta y sal) y volvemos a mezclar vigorosamente hasta romper a sudar. Una vez homogeneizado, (4) añadimos los 60 gramos de leche y los 240 gramos de crema de coco. Yo he sido vago y le he pasado la minipimer, pero no es estrictamente necesario.

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Aquí me gustaría explicar una cosilla. Primero la leche. Hay mucho debate sobre lo bueno/malo de la leche, tanto para nosotros como para las vacas y para el medio. Ante nada, yo os animo a que investigueis el tema de forma crítica vosotros. Yo, personalmente, prefiero no tomar leche de vaca, ni de cabra ni de centollo. Mis motivos son:

  • Porque hay suficientes fuentes alternativas de calcio (la leche como fuente importante de calcio ha sido siempre el discurso estrella de la industria láctea, pero puedes obtener todo el calcio que necesitas y más de fuentes vegetales como los frutos secos).
  • Porque a muchas de las vacas se las tiene en condiciones pésimas, esclavizadas por el sistema (y nuestro ansia viva por los quesos, helados y yogures).
  • Porque el consumo de agua y pienso necesario para la producción de la leche es descomunal, y muchas veces implica la tala de bosques para conseguir suficientes recursos.
  • Porque hay leches de origen vegetal que se pueden hacer en casa y que están muy ricas (también).
  • Porque no quiero que me salgan tetas… es coña.

Ahora bien, si vais a elegir leche, la mejor es la fresca de vacas que pastan felizmente por Galicia.

En cuanto a la crema de coco, sería lo ideal si queréis que sea una versión casi vegana (no del todo porque hay huevos). Yo salí corriendo al super a buscar una lata de este tipo…

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Pero no había, así que opté (no sin 10 minutos de indecisión y conflicto interno) por comprar leche condensada y leche evaporada. Habiendo soltado todos los motivos por los cuales prefiero no consumir leche, tomar esta decisión puede parecer un tanto contradictorio. Los argumentos que iban fluyendo por mi cabeza eran, primero, que la crema de coco es vegetal y que por tanto no implica necesariamente sufrimiento animal (esto es relativo), a diferencia de la leche (esto es relativo también, en función de cómo se produce la leche). Segundo, que la crema de coco, en España no se produce. Viene de Tailandia o de CentroAmérica, y por tanto lleva una huella de carbono bastante elevada, algo que no lleva la leche de producción local. Al final opté por la leche condensada+evaporada porque no puedo estar todo el mmmm día debatiendo estos temas y no hacer otras cosas con mi vida.

Siguiendo con nuestro proceso, (5) vamos a fabricar nuestra base. Para ello trituramos los 400 gramos de galletas sin gluten, derretimos y vertemos la mantequilla/margarina/aceite de oliva, y mezclamos bien hasta que nos quede una pasta de consistencia uniforme. Esta la colocamos sobre una bandeja de horno redonda como la que muestro más abajo. Tratamos de que quede fina y que cubra la mayor superficie posible.

Horneamos la base en un horno precalentado a 190ºC durante 7-9 minutos. Dejamos enfriar.

Por último, vertemos nuestra mezcla de calabaza en la bandeja y horneamos 50-60 minutos a 190ºC. Procurad que no se os hagan demasiado los bordes de la tarta. Si veis que se queman, cubridlos con papel de plata. La consistencia en el centro debería ser algo inestable. Al enfriarse se volverá bastante más sólida. Y ¡voilá!!!

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Como diría mi primo Alejandro…. GOZAR, GOZAR Y GOZAR! 🙂

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NOTA: La receta original ha sido sacada de http://sallysbakingaddiction.com/2014/10/26/the-great-pumpkin-pie-recipe/. Yo me he tomado la libertad de modificarla a mi gusto, y al final no ha salido nada mal. Lleva considerablemente menos azúcar que la original, pero está igual de dabuten.

Sobre las historias que contamos del mundo, hipopótamos que explotan, y por qué no me gusta la palabra ‘sostenibilidad’ (12:29 17/10/2016)

Me estoy leyendo un libro muy interesante. Me parecía interesante antes de comprarlo, y me parece más interesante aún ahora que llevo casi la mitad del libro leído.
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Una de las primeras cosas que venía con muchas ganas de hacer tras mi viaje nomádico era la de comprarme 4 o 5 de los 32 libros que tengo pendientes de leerme en mi lista de favoritos de Amazon. No es por publicitar a Amazon, pero es que a través de ellos encuentro muchos libros de segunda mano, y encima permite hacer listas de favoritos, lo cual mola mucho. El libro que da chispa a mi tema de hoy se titula Thrivability: breaking through to a world that works ( escrito por Jean M. Russel, 2013, Ed. Triarchy Press), y os voy a hablar de él porque viene a cuento de una gran divagación filosófica/científica que llevo amasando en mi interior las últimas semanas. Empecemos por lo primero…

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Thrivability es una palabra que en Inglés suena culta y sofisticada, pero que no tiene traducción al Castellano, y me está rayando mucho. Lo más parecido, en mi opinión, serían los términos ‘florecimiento’ o ‘prosperabilidad’, el primero de los cuales es demasiado pomposo, y el segundo me lo he inventado porque no existe. En fin. El caso es que se dice que algo esta ‘thriving’ o prosperando, en relación al mundo natural, cuando no solo crece sino que se desarrolla en todas sus facetas, y promueve que el resto se desarrolle de igual forma. En mi cabeza es como una explosión de vida, colores e hipopótamos gordos. No se si os ayuda.

Pues bien, si ‘thrive’ es prosperar, ‘thrivability’ se refiere a una corriente de pensamiento o forma de ver el mundo que busca lograr que las acciones (que realizamos nosotros los humanos) tengan ese efecto exponencial de promover la vida. Para que podáis entender a qué carajos me refiero con esto, es necesario colocar este concepto en un marco teórico más claro, y para ello lo voy a comparar con otra corriente importante que todos conocéis porque se repite hasta aburrir: la sostenibilidad.

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La palabra sostenibilidad me aburre profundamente, y cada vez que tengo que pronunciarla en alto me da la sensación de que le apaga el cerebro a alguna de las personas que me está escuchando. Y no me extraña. Es como los productos bio. En cuanto las empresas ven que el término bio empieza a vender, todo es bio: bio-cereales, bio-chorizo y hasta bio-patinetes he visto. ¿Qué pasa? ¿Es que lo bio está mal? Pues no, pero su uso excesivo lleva a que se pierde la noción de lo que significa realmente. Se convierte en una tendencia y nadie sabe al final porqué fucks es importante comprar bio.

Como ya mencioné en uno de los primeros posts sobre sostenibilidad, el desarrollo sostenible se puede definir como “un desarrollo que permite cubrir las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de futuras generaciones de cumplir sus propias necesidades” (adaptado del inglés por mi, WCED, 1987, p. 43). En mi opinión, hay dos graves problema con el concepto de sostenibilidad, a parte de la pérdida de significado que ha sufrido a consecuencia de su uso excesivo e inapropiado, y estos son:

  1. Que, a efectos prácticos, se ha transmutado el significado de ‘desarrollo sostenible’ por el de ‘desarrollo sostenido’. Cambiar ‘ble’ por ‘do’ parece poca cosa, pero marca toda la diferencia. Mirad… cuando una empresa, ciudad, país o planeta se propone lograr un desarrollo sostenible, pone sus esfuerzos en modificar su actividad o actividades para que no rompan esa premisa de no comprometer que generaciones futuras puedan satisfacer sus propias necesidades. Es decir, se proponen lograr cierta armonía con el medio natural para no impedir que unos y otros puedan funcionar juntos. Lograr ese objetivo muchas veces conlleva DEJAR DE HACER CIERTAS COSAS, porque simplemente no se puede lograr un desarrollo sostenible si mantenemos ciertas actividades. En cambio, cuando lo que se propone es lograr un desarrollo sostenido, se buscan estrategias para lograr seguir haciendo lo mismo, pero que el impacto al medio sea menor, o lo justo para no ser demasiado molesto. No nulo, ni mucho menos positivo, sino sólo menor. Esto que digo no me lo invento; esta diferencia conceptual se debe a que, durante los años 90 y principios de este siglo, el Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y las Naciones Unidas le dieron una interpretación distinta al concepto de ‘desarrollo sostenible’ a través de una serie de conferencias y documentos (DuPlessis, 2012; World Bank, 1992, p. 3; United Nations Development Programme, 2003, p. 2).
  2. Que el término sostenibilidad suena a una erección a medias. Eso no mola. Mola estar potente. Me explico… Alcanzar un estado de sostenibilidad es básicamente decir que vamos a intentar dejar de joderlo todo, y ya. Es insuficiente, es bah! Ugh! Es un objetivo que se queda corto, que es mucho menos de lo que podemos lograr, y que no transmite realmente una imagen positiva de la explosión de vida y abundancia que desearíamos obtener. Si te estás meando muchísimo, vas a aguantar hasta llegar al váter, tanto si está a 2 minutos como si está a 5 (más de eso no se yo). Pero en ambos casos, medio segundo antes vas a sentir que revientas, y ese sentimiento será igual de intenso a los 2 minutos y a los 5. Los objetivos funcionan así, y modificamos nuestros esfuerzos y nuestra percepción de la realidad para que encajen con ellos. Podría poner el mismo ejemplo con correr una maratón o hacer flexiones. Ya me entendéis.

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Entonces, si la visión que crea la sostenibilidad en nuestras cabezas es insuficiente para los objetivos que podemos lograr, ¿qué marco teórico, metodológico y filosófico debemos emplear? Pues el que yo, y algunos otros antes que yo, proponemos es el de thrivability. Si, cuando uno piensa en sostenibilidad, piensa en toda la mierda que está ocurriendo, y en formas de hacer que eso deje de ocurrir, cuando uno piensa en thrivability, piensa en como toda esa mierda es la oportunidad perfecta para lograr una transición hacia algo mejor, piensa en como la especie humana es un ser vivo más en el planeta, y que como tal tiene la capacidad de hacer que su desarrollo impulse y promueva el desarrollo de más vida a su alrededor (es decir, que podemos generar valor positivo, y no solo nulo o negativo), y permite visionar un mundo en el cual toda la vida, y no solo la humana, sea capaz de satisfacer sus necesidades en el futuro. Fuck yeah!

Os voy a poner una tabla muy sencilla en la que se comparan sostenibilidad y thrivability, para que veáis de forma más clara las ramificaciones de dicha visión. Está en Inglés, sorry.

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(Fuente: http://www.urbanthriving.com/)

Bueno, todo esto era para hablar de un tema muy relacionado: las historias que contamos sobre nuestro mundo, y cómo estas afectan a las acciones que nosotros mismos y aquellos que las escuchan llevan a cabo.

Durante mi viaje escribí mucho sobre catástrofes, plástico, muerte, pedos y cacas. Y la verdad es que, por poder, podría seguir escribiendo sin parar de ello. Porque hay mucho; hay mucho que hacemos mal, algo de lo cual somos conscientes, y mucho de lo que no lo somos. Otras muchas cosas no podemos cambiar, o requieren muchísimo esfuerzo. Y otras sí, pero interfieren con nuestro día a día y ya no nos quedan energías para hacerlo. Todo ello me ha llevado a plantearme la siguiente pregunta…

A nivel psicológico, ¿es más eficaz tratar de explicarle al mundo todo la lista de putadas sociales y medioambientales que se dan en nuestro planeta hoy en día, y cómo su comportamiento afecta a este panorama, o es mejor esforzarse en desarrollar alternativas, y luego salir al mundo y explicarle porqué esas alternativas son mejores?

A mi me pone mucho el que me cuenten problemas y ver cómo de mal van las cosas, porque me encantan los retos y tener problemas que solucionar. Pero intuyo que hay mucha gente que se siente abrumada e incluso juzgada cuando se le informa del daño y las consecuencias negativas que tienen acciones que, hasta ese momento, no consideraba como dañinas para nada ni nadie. Entonces, tal vez la estrategia que he llevado hasta ahora no sea la mejor. Sí, hay que conocer el panorama real. Pero tal vez se gana el corazón de las personas cuando se le presentan visiones más positivas del mundo, más esperanzadoras, con más posibilidades, y en las que no se sientan abrumadas por la impotencia individual que parecemos sentir muchos ante tales conflictos.

Y bien, ¿tú que piensas?

Bibliografía

  1. Du Plessis, C. (2012). Towards a regenerative paradigm for the built environment. Building Research & Information, 40(1), 7-22. http://dx.doi.org/10.1080/09613218.2012.628548
  2. Russell, J. (2013). Thrivability. Triarchy Press.
  3. United Nations Development Programme (UNDP). (2003). South
    Africa: Human Development Report, Oxford University
    Press, Cape Town.
  4. World Bank. (1992). World Development Report, Oxford University
    Press, New York, NY.
  5. World Commission on Environment and Development (WCED). (1987). Our Common Future. Oxford: Oxford University Press

Sobre expectativas… (11:41 05/10/2016)

He estado un poco reticente a escribir (como es obvio, ya que no escribo nada desde hace casi un mes), principalmente porque no sabía que iba a salir, y no encontraba las fuerzas para hacerlo. Pero hoy se han dado las circunstancias necesarias. Me gustaría poder decir que este post va a tener una estructura coherente, pero no puedo garantizar nada, ya que si algo ha caracterizado mi estado mental estas últimas semanas, es la desestructuración. Allá voy…

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Decidí montar en bici hacia la nada porque necesitaba escapar. Escapar y olvidar. Las relaciones humanas son jodidas. No creo que haya nadie que pueda negar ese dato. Hay relaciones de las que se aprende mucho, y otras de las que no se aprende tanto. Pero aprender mucho no significa que lo que se aprende (o se saca como conclusión de una relación) sea una conclusión acertada. Yo he mirado mucho fuera de mí al analizar relaciones pasadas, porque es menos aterrador, y muchas veces concluía cosas sobre mí que no eran ciertas, o que solo servían para tapar problemas más profundos. En mi última relación de pareja hice un esfuerzo enorme por mirar hacia dentro y entender por qué las cosas iban mal. Y eso me dejó muy descolocado, pero a su vez me hizo ver aspectos de mi persona sobre los que necesitaba trabajar, aspectos de los cuales no me había dado cuenta antes, y que no solo han influido en mis relaciones de pareja, sino que van mucho más allá, desde lo que busco en las personas hasta como me concibo a mí mismo. Y esa fue realmente la diferencia. Supongo que esto ha marcado un antes y un después.

Sentado en mi cama a finales de mayo, espalda contra la pared, recuerdo pensar en la persona que esperaba ser a mi vuelta del viaje. Recuerdo pensar que podría curarme si me lo planteaba bien. Soy una persona muy sensible, y me importa mucho lo que piensen las personas de mí. Tanto que la mayoría de las veces mi humor, mi autoestima y la concepción que tengo de mi mismo depende casi enteramente de los ‘estímulos sociales’ de aceptación o rechazo que haya percibido de mi entorno. No tengo porqué leerlo dos veces para saber que eso no es lo ideal. El caso es que, cuando uno se guía en la vida por lo que cree que los demás piensan de él, uno empieza a olvidarse de sí mismo, y se convierte en una especie de espectro indefinido, como una triste gota de pintura que se disuelve en un charco de lluvia. Yo quería dejar de ser así, porque queriendo agradar a todo el mundo, lo único que estaba haciendo es hacer daño a personas que me importan, y a mí mismo.

Entonces un día pensé: “¿qué puedo hacer para obligarme a interaccionar socialmente con personas, y que me enseñe a que me importe poco lo que piensen de mí? Y lo que se me ocurrió fue un viaje en bici de tres meses. Hacerlo solo me daría la oportunidad de empezar de cero, ser yo y no tener que darle explicaciones a nadie. También me daría la oportunidad de dejar que todos los sentimientos de tristeza, enfado y frustración que llevo embotellados brotasen en forma de llanto, gritos, y hachazos a árboles (con los cuales me disculparía luego por el daño causado). Viajar de forma continua, pasando tan solo una noche en cada lugar, me daría la oportunidad de ser un gilipollas con alguien si me daba la gana (o tener una disparidad de opiniones, o enfadarme, o decirle que algo no me gusta), y luego no ver a esa persona jamás. Y por último, completar una locura de viaje me daría un subidón a mi autoestima, porque todo el mundo comentaría lo loco que estoy y me elogiarían por haberlo completado. Al menos, así es como interpretaba yo que ocurrirían las cosas. Y sí, también hice este viaje porque quería conectar con la naturaleza, y dedicarle tiempo a pensar en sostenibilidad y en mi futuro, y hacer ejercicio. Pero ahora mismo no quiero hablar de ello.

Ahora que han pasado varias semanas desde que volví, y me ha dado tiempo a relajarme y coger un poco de perspectiva, quiero intentar analizar lo que ha pasado en este viaje, y entender por qué coño he vuelto más inseguro y con más ansiedad social de la que tenía cuando me fui.

Mi viaje ha sido tremendamente solitario. Salí con Alejandro, y  montamos juntos durante 4 días. Fue la hostia. Luego hice lo mismo con la francesa durante 3 días. Y por último con mi hermano la última semana. Good times, the best. Pero el resto estaba solo. Había días que no interaccionaba con nadie más que con la cajera del súper. Y gracias a Dios que escribía post, porque si no me hubiese vuelto loco del todo. Igual hay personas que pueden (o saben) estar en paz interior cuando están en silencio. Yo no. Mi cabeza es un sin fin de ideas y pensamientos. Es como si tuviese un clon en mi interior que se dedica a narrar cosas continuamente, es exasperante hasta niveles apoteósicos. Os pongo un ejemplo: estoy caminando y se me cae un boli al suelo. Cuando me agacho estoy pensando en hacerlo de forma que ‘quede bien’, como si fuese un actor de las películas y me está mirando medio mundo. En mi cabeza hay una voz que está juzgando como me agacho, como si fuese la voz de alguna de las personas que está caminando a mi lado. Como si esa persona (muchas veces, en mi cabeza, una chica) no tuviese otra cosa mejor que hacer que dedicarle 30 segundos a mirarme fijamente y analizar mi postura y como me muevo. Joder, suena a que estoy como las putas cabras.

Por algún motivo, esas narraciones mentales se quedan en un plano secundario cuando estoy haciendo muchas cosas en mi día a día, hablando con gente de cosas que me gustan (pero de uno en uno, que si no la liamos), haciendo deporte o viendo una serie (por eso estoy tan enganchado). En mi viaje no había series, el deporte era monótono y no requería de mi atención activa, y había pocas personas con las que hablar. En consecuencia, empecé a escuchar a mi voz interna, que cada vez me hablaba en un tono más alto, más imperativo, más insistente. Es curioso porque en un principio me resultó muy útil escucharla; en cierto modo me hacía ver aquellas cosas sobre las que tenía que trabajar más a nivel personal. Pero a la larga, tras horas y horas de soledad, esos monólogos internos que se repetían en bucle como pensamientos obsesivos se convirtieron en diálogos, y me encontraba hablando solo dentro de mi cabeza, luchando activamente contra mi voz interna mediante la creación de otra voz nueva. Aquí un dato interesante para los curiosos: cuando escuchaba música, en vez de tener uno o dos pensamientos que se repetían de forma continua, mis pensamientos iban transicionando en función del tono emocional de las canciones, como si mis pensamientos tuviesen que ir en la misma frecuencia de onda de la canción que estaba escuchando en ese momento. Era más llevadero. Interesante, ¿verdad?

Si mi voz interna me dijese “tío eres la hostia” o “mira lo inteligente que eres que tienes una carrera en biotecnología, un master, coordinas una ONG y quieres montar tu propio centro de innovación” o “joder Pablo, que guapo eres y que bueno estas, tanto ejercicio da sus frutos” o “tu empatía con el mundo y tus ganas de luchar por un mundo mejor te hacen una persona súper valiosa y especial”, pues este post tendría otro título (tal que: Sobre la arrogancia profunda…). Pero mi voz interna no es tan maja. Es bastante cabrona, crítica y recalcitrante. Haberla escuchado tanto no ha sido bueno para mi. Ha ganado terreno, y por eso creo que me siento peor.

Pero no todo es malo. Como ya dije en el post sobre la ‘experiencioterapia’, las reflexiones que hice mientras viajaba me ayudaron a pensar en la forma de combatir mis demonios. Por eso, este viernes 7 de octubre empiezo una de las cosas que más me aterra en esta vida, clases de teatro. Si, dije que haría clases de baile, pero el teatro creo que es un reto todavía mayor para mí (y no tengo dinero para hacer ambas). Dos horas a la semana. Porque en esta vida hay que salirse de nuestra zona de confort. Todo menos rendirse. 🙂