Pedos, mapaches, y nuevos comienzos (28 de mayo, 2021)

Querida familia – tanto los Ahijado como los Aparicio, tíos y tías, primos, primas, primis, abuelos y abuelas, padre, madre, hermano y hermana, estas nuevas entradas del viaje que sigue van especialmente dedicadas a vosotros. Se que os tengo un poco abandonados estos días/meses/años desde que estoy en gringolandia, y a muchos ya no os veo mas que en Navidad o verano (con suerte), pero os pienso mucho y os quiero aún más!

Empezemos…

Estoy lleno de pedos. No lo digo en plan metafórico. Literalmente me siento como una bombona de butano llena de gas corrosivo. Si hay fuga, va a morir toda la gente de este tren, empezando por la señora que va dormida a mi lado. Tan inocente. Cuando se le empiece a derretir la cara no se qué va a pensar. Siempre me pasa igual. Es porque mis bacterias  intestinales detectan que estoy atrapado entre una persona y la ventana y dicen “venga, es el momento, vamos a joderle hasta que reviente”. Y pues aquí estoy, tras toda la noche doblado como una gamba en el tren de camino a Portland, sin dormir, y lleno de pedos. Tal vez no debería escribir cuando estoy tan incómodo, pero a tomar por culo. Os voy a contar mis últimas 48 horas de existencia, que han sido las primeras de mi viaje en bici por la costa oeste de Estados Unidos. Ahí vamos…

Como ya es costumbre, acabar un ciclo de estudios significa lanzarme a alguna aventura enferma. Primero fue irme a Ghana sin mucha idea de lo que hacía, luego viajar en bici desde Pamplona hasta Amsterdam con una bici que se iba desatornillando por el camino, y esta vez en bici desde Portland hasta Berkeley – mas viaje adicional por México, pero ya no voy a cruzar por Tijuana que se que a todos os da mucho miedo que me rapten y conviertan en chop suey. Para los empanados, en Berkeley he estado estudiando un “Master of Development Practice” en la Universidad de California Berkeley durante los dos últimos años. Ha sido intenso, y raro con el covid, pero una gran experiencia de vida. Ya os contaré más en alguna otra entrada.

Portland está en la costa Noroeste de Estados Unidos, así que para llegar ahí desde Berkeley decidí tomar un tren hace dos días (el 26 de mayo). Bueno, dos trenes. El primero me llevaría hasta Martinez, un pueblo a uno hora de Berkeley, y el segundo ya me llevaría directo hasta Portland (16 horas de viaje). Mejor pongo el esquema de viaje abajo que se me está dando mal redactarlo…

26 de mayo – 7:25pm a 8:30pm tren de Berkeley a Martinez / 11:09pm a 3pm del día siguiente (27 de mayo) tren de Martinez a Portland.

Del 27 de mayo al 29 de mayo me acoge mi amiga Leah para recomponerme

Del 29 de mayo al 25 de Junio más o menos viajo en bici desde Portland de vuelta a Berkeley.

El primer tren fue todo bien. Llegó en hora, subí la bici, todo ok. Bueno, se subió un hombre en una de las estaciones y tuvieron que llamar a la policía porque no tenía billete y no quería bajarse del tren, pero nada fuera de lo normal aquí. En Martinez tuve que esperar 3 horas hasta el siguiente tren, así que aproveché para darme una vuelta por el pueblo y comerme un burrito en un parque. Igual de ahí los pedos. Bueno… Lo mejor viene ahora. Por fin son las 11pm. Llega el segundo y último tren, hace frío, hay gente sin hogar gritando y hablando sola caminando por la estación, y yo estoy listo para embarcar e intentar dormir en el tren. Me pongo en la cola de embarque. Avanzo. Llego al hombre que valida los tickets y ocurre lo siguiente:

  • “Hi” digo yo
  • “Hi, no puedes meter la bici” dice el segurata (Roy)
  • “What!?” digo yo
  • “Que no puedes meter la bici, ya no hay espacio y vamos tarde” dice Roy, con cara de ojete
  • “Pero qué dices, que son las 11 de la noche, estoy solo en un pueblo perdido y no tengo a donde ir!” le digo yo con cara de desgracia absoluta
  • Ya, pero no puedes meter la bici. Entra a la estación y pregunta a ver si te pueden ayudar” dice Roy

Según entro en la estación y me dirijo al del mostrador, uno de los del mostrador sale corriendo porque ve que el tren se está moviendo. Intenta señalizar pero al tren le vale madres. El tren se va. A tomar por culo todo…

El del mostrador me cambió el tren al día siguiente, pero me dijo que no sabía a donde me podría ir a dormir esa noche. Yo ya he hecho esto antes, merodear en la noche hasta encontrar una esquina oscura donde dormir sin que nadie me vea. Pero la idea de hacerlo en EEUU no es tan tentadora como en Europa. Aquí la cantidad de gente sin hogar y con problemas mentales abunda, y dormir en la calle en un centro urbano no es una gran idea. Así que me subí a la bici y comencé a pedalear en la noche. Me di vueltas por el pueblo y encontré un parque solitario. Mucho césped jugoso, eso está bien. Un skate park … no está muy bien, pero bueno. Me quedé de pie observando el parque durante 10 minutos para ver si había movimiento, pero eran ya las 12 de la noche y estaba listo para dormirme ahí mismo. Así que me dispuse a montar la tienda, y según lo hago… escucho un ruido. Es un animal. Parece un perro pero no es tan grande, y se sube a un árbol. No es un gato, es demasiado gordo y torpe. Parece un cerdo, pero los cerdos no escalan. Es un mapache. Los mapaches son muy monos, pero si te acercas te arrancan la cara. No es broma. Son unos desgraciados. Y no acechan solos. Vuelvo a mirar y veo dos más, luego tres. Me rodean. No se que quieren de mi, pero no pienso darles mi segundo burrito, así que cojo la linterna y les ilumino las caras, con la esperanza de que se asusten y me dejen en paz.  Error. Todos se quedan congelados, me miran con ojos brillantes, y se empiezan a acercar directos a mi. Fruta madre. Me tuve que ir del parque corriendo. Menudo desgraciado, abusado por mapaches. En fin.

Seguí explorando el pueblo, y encontré un campo de fútbol. Sin mapaches. Había un hombre ahí dormido con su perro, pero no lo vi hasta el día siguiente. Buena gente. Ahí dormí.

Pasé el día en Martinez, no estuvo mal. Buenas cafeterías, y un estuario muy bonito. Dejo fotos.

A la noche volví a esperar al tren, esta vez hasta las 12 de la noche, y esta vez sí me dejaron subir, gracias al señor (no a Roy). Son las 8:30 de la mañana del día siguiente, y aquí sigo, en el tren. Lleno de pedos. Me esperan aventuras. Iré escribiendo cuando pueda, para aquellos que me leéis. Prometo ser escatológico, explícito, y cagarla frecuentemente, como siempre.

Con amor y gas,

Pablo